El Castellar
Los caminos encharcados de la lluvia anterior dejaban atrás las piernas y las ruedas.
La barca se dejaba hilar por la fuerza de las manos mientras las orillas se acercaban con una luz más propia del fin del día que de su comenzar.
Tras ver restos de otras de
tus épocas en el desdibujado y pequeño torreón que responde a Tambor quedan las
curvas más grandes las vistas desde la altura, la marcha más empinada
donde duelen los tobillos donde te irrumpe el calor.
donde duelen los tobillos donde te irrumpe el calor.
Las puertas estaban cerradas los candados que sólo dos días caen estaban unidos, todavía te tienen cerrada tras las rejas pero son las alambradas de espinas las de siempre y hoy las que te encadenan.
En las puertas de tu casa la
forja negra sí estaba abierta y podíamos dirigir nuestros pasos a tu pies.
Las flores empezaban a llenar
tu altar y las mechas daban lumbre a tus velas rojas.
El ruido y el movimiento se
hacían hueco en el silencio. La multitud llegaba sus voces te escuchaban.
Los niños corren en tu patio,
los mayores comen sus viandas, los encuentros y las caras se hacen familia.
Las campanas no paran, los
jóvenes las tocan con ganas. La misa comienza los jóvenes andan.
Se asoman a las grietas de una civilización olvidada se fotografían en paredes nobles: desteñidas y corroídas. Los mayores hablan de una época dorada de una reina , de una magia. Hoy sólo quedan hilos hacia el cielo, piedras y pocos recuerdos.
Mientras la historia da vueltas en tus faldas recojo flores y espigas, olores a tomillo, el sabor del agua de tinajas, el soplo de la cera en tus velas, imágenes de paredes y reinas, restos de historias sobre moros, huesos de animales, calor de lluvia, poca sombra, luz de tu día.
Fotografías con copyright © Patricia G. Photos